
Pau Donés consideraba que la dislexia y la hiperactividad eran sus grandes virtudes.
Virtudes que de pequeño tanto a él como a su familia le hicieron pasar mal.
En su época escolar no se sabía lo que era.
Pau dijo: «Mis taras por tener TDAH me dotaron de una sensibilidad extra que en la vida me ha ayudado muchísimo»
El cantante de Jarabe de Palo, fallecido a los 53 años, escribió este emotivo prólogo (que Uppers.es publica en primicia) al libro ‘Mi vida con un TDAH’, de la periodista y madre Milagros Martín-Lunas.
En pocas líneas, corto, rotundo, tajante, sin prejuicios compartió con el mundo el dolor de saberse diferente en la escuela, un dolor que le hizo fuerte, tan fuerte como que a lo largo de su enfermedad nos ha dado un ejemplo de cómo afrontar la vida y sus adversidades.
Pau compartió su dolor infantil y nos mostró cómo fue capaz de reconducir lo que para sus profesores eran defectos en grandes virtudes que le llevaron a convertirse en músico que fue, que es, porque la gente como él, no se va jamás.
Recuerdos de infancia (Prólogo de Pau Donés)
«¡Este niño es tonto!». «¡Donés, fuera de clase!». «¿El que más faltas ha hecho en el dictado? Hombre, Donés, ¿tú otra vez?». «Señora, lo mejor que puede hacer es llevar al niño a un colegio de educación especial…».
Y lo peor no fue eso. Lo peor fue cuando Ramón Llorens, mi tutor en octavo de EGB, me entregó las notas de fin de curso y me dijo: «Donés, no sirves para nada. En la vida serás un don nadie».
Bueno… Lo peor, lo peor, tampoco, porque ya hacía años que Donés estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios y burlas y había desarrollado la capacidad de convertir la mofa en reto.
En casa por fin habíamos encontrado ya algo que me interesaba, que era la música, y a medida que iban pasando los años, el mono Donés, el que siempre andaba saltando de pupitre en pupitre, el que se pasaba el día mirando el cielo por la ventana de clase, el que en la libreta de Literatura solo tenía dibujos de monstruos y personajes de cómic, iba encauzando su vida, como cualquier otro niño o adolescente, con bastante normalidad.
Cualesquiera que fueran los síndromes que me afectaban, me dieron la capacidad de sobre-observar los detalles, las cosas en las que los otros niños no se fijaban. Mis taras me dotaron de una sensibilidad extra que en la vida me ha ayudado muchísimo. Veía cosas que los demás no veían, escuchaba cosas que los demás no escuchaban, tenía sensaciones que los demás no sentían, y eso me dio una ventaja enorme a la hora de aprender y disfrutar de la vida. Los libros se me daban mal, pero en cuanto a la inteligencia emocional se refiere, era de los mejores de clase… o del barrio.
Y mira tú por dónde que, gracias a mis defectos, ahora soy músico, que es lo que quise ser desde que nací, y diría que tampoco me ha ido mal. A mis 52 años puedo afirmar que he tenido una vida estupenda, vivida a tope, con gran intensidad, llena de matices, percepciones y emociones que sin el TDHA, THDA, ADTH o como se llame, seguro no hubiera tenido.